miércoles, 16 de noviembre de 2011

Maniquí



A Juan Pablo

En el mes de julio, en pleno verano, en un prado donde paseo al perro apareció una cabeza de maniquí de gran personalidad.
Estaba maltratada, es cierto, pero sus ojos irradiaban un brillo esperanzador. Su piel parecía suave y mostraba orgullosa una trenza. Se podría pensar que era un maniquí que lo había abandonado todo en la búsqueda de nuevos horizontes.
El tiempo fue pasando y la hierba la comenzó a cubrir. Pasaban semanas en los que me olvidaba de la cabeza pero siempre llegaba el día en que me sorprendía en una nueva postura o en un sitio diferente del prado.
En una ocasión, incluso, pareció colocarse un trébol en la oreja. No resistí tomarle una nueva fotografía. Daba la impresión de que aquel despojo de maniquí comenzaba a encontrarle sentido a su nueva vida.
Me fui de viaje y me olvidé la cabeza.
Ayer, sin embargo, la volví a encontrar. Parece que no está llevando muy bien el noviembre que le ha caído encima. Se le ve muy mal. Tiene frío y es claro que no sabe cómo afrontar el invierno. Es algo que seguro no entra en la naturaleza de un maniquí.
Qué haya suerte.

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