miércoles, 14 de marzo de 2012

París era un síndrome

En “Nada que temer”, un ensayo sobre la muerte, Julian Barnes escribe acerca del síndrome de Stendhal, una dolencia que produce en quienes la padecen nauseas, vértigo, desmayos e incluso, en casos complicados, alucinaciones.
Stendhal describió su experiencia en el libro “Roma, Nápoles y Florencia” aparecido en 1817, pero no fue hasta 1979 cuando la psiquiatra italiana Graziella Magherini se ocupó de una enfermedad de la que se tenían más de cien casos registrados.
También se le conoce como síndrome de Florencia, y según las autoridades de aquella ciudad hay más riesgo de sufrirlo frente a los frescos de Giotto expuestos en la capilla Niccolini de Santa Cruz, al contemplar al “David” de Miguel Ángel y dentro de los Uffizi.
No le creí a Barnes, y al buscar información sobre aquella enfermedad descubrí otras ramificaciones de ese río de dolencias extrañas. También hay un síndrome de París que ataca a japoneses que llegan buscando una ciudad llena de Amelies y se encuentran con una realidad plagada de groseros Depardieus con prisa y mal humor. La embajada japonesa tiene abierta una línea telefónica de 24 horas para que los ciudadanos contagiados por el mal reciban ayuda psicológica.
Sin embargo la dolencia más pintoresca que encontré es el llamado síndrome de Jerusalén. Esta enfermedad ataca a turista y habitantes de la ciudad por igual, y se caracteriza por convertir al afectado en un personaje de la Biblia. Los judíos imitan a figuras del Antiguo Testamento mientras que los católicos encuentran sus modelos en el Nuevo Testamento. No se dan muchos casos entre musulmanes.
Soy hipocondríaco y siempre acabo por experimentar los síntomas de las enfermedades que pasan a mi lado. Ahora, por ejemplo, comienzo a sentir en mí la presencia de otro. Creo que el impertinente borrachín que exigió a Cristo transformar el agua en vino se está apoderando de mi alma. En el fondo no me parece un mal plan.

1 comentario:

Adriana del Moral dijo...

Habré de escribir sobre el síndrome de Oaxaca. Parecido al de Stendhal, pero con comilonas de mole, amarillito, etc. Me gustó tu blog. ¿Tu libro de la cabeza recién cortada dónde se consigue?
¡Saludos!
Adriana