miércoles, 21 de marzo de 2012

Las mesitas de Olavide

Fragmento de "Yellowstone", texto que aún no se sabe si será tweet, cuento o novela. Falta saber lo que opina el salmón.


Para Lucía, en Chamberí.


Un día de marzo, martes quizá, el encargado de uno de los bares de la Plaza Olavide notará que hay frío pero también hay sol, que hoy no lloverá, que probablemente no vaya a llover en toda la semana. Ya veremos si el sábado o el domingo, pero hoy no llueve, eso es seguro.
¿Montamos la terraza?, le preguntará a Manuel, el mesero, quien no contestará con palabras sino con un gesto que quiere decir Qué más da, si llueve la quitamos.
Y entonces las cuatro mesitas que conforman la terraza del bar estarán colocadas sobre la plaza. Sin sombrillas porque tampoco es cosa de exagerar. Y antes del medio día dos de las mesas ya habrán sido ocupadas por parroquianos que ya van necesitando que el sol les caliente un poco la espalda.
Un hombre y una mujer. Él, un ingeniero que ha pedido un expreso doble y que escribe unas cuentas sobre los márgenes de una página del periódico. Ella, una madre que empuja una carreola vacía. Puede que acabe de dejar a su hija en la escuela, puede, también, que la hija no exista.
-¿Qué le sirvo?
-Un café con leche.
Y cuando el mesero regresa la mujer le pide que se lleve el café, que se lo cobre si es necesario, que no hay problema y que mejor le traiga un gin tonic.
Ni el ingeniero ni la mujer del carrito sabrán jamás que apenas ayer esas mesas estaban guardadas en una bodega ni que son los primeros clientes de la temporada de terrazas. Javier Tort sí que lo sabría porque gracias a mi recurrente inquietud se mantenía al pendiente de la aparición de las mesitas.
Nunca fue él quién aviso, sin embargo nunca pasaron más de dos minutos entre mi pregunta y su respuesta. Dos minutos en los que sería imposible bajar de su piso en Santa Feliciana hasta la plaza, descubrir, si era marzo la primera de las mesitas, si era noviembre una ausencia, y regresar para informarme sobre su investigación, para decirme que en efecto, las cosas habían cambiado, y confirmarme con esa noticia que había llegado la hora de comenzar a moldearme una aguda melancolía.

No hay comentarios: